Segunda parte
Estaba tan nerviosa y sin saber que pasaría, él solo preguntó:
¿Quieres entrar? Mi
cabeza solamente asintió, tomó mi mano y me llevó junto a él, me besó
tiernamente y me abrazó.
¡Supe que ese era el momento!
Me condujo hacia la puerta, la abrió y éramos callados, no sé cuál de los
dos estaba más nervioso, solo sentíamos el silencio invadiendo toda la
habitación. Una cama King frente a nosotros, un televisor y el baño; la suite
era sencilla pero acogedora. El
directamente prendió el aire acondicionado y
las luces del baño; caminó hacia mí, me tomó de las manos y comenzó a
besarme, tan delicadamente que todo mi cuerpo temblaba y no era por el aire
acondicionado.
Me besó y mi cuerpo tembló entre sus brazos, él lo
sintió y siguió besándome. Sentí como lentamente me sacaba la blusa, como bajaba mi short y
solo quedaba en traje de baño. Sin
darme cuenta ya no tenía la parte de arriba de mi traje de baño pero en ningún
momento lo detuve , así que el continuó. Me acostó en la cama, continuó besándome y con
su boca recorrió cada centímetro de mi cuerpo: mi cuello, mis senos, mi
abdomen, mi ombligo, hasta que sacó mi bikini muy despacio con sus
dientes, al despojarme de las última
prenda que me cubría comenzó a subir por
mis piernas y se quedó en medio de ellas, yo no sabía hasta ese momento el
poder que tiene ese musculo llamado lengua.
Cuantos Ohhhh arranco de mí, cuantos gemidos escuché sin
saber que salían de lo más profundo de
mi interior. Él quedaba encantado con la
mejor vista de mi intimidad y con mi cara de satisfacción, con cada arqueo que
mi cuerpo hacía, con cada apretón que daba a mis senos mientras seguía con su
lengua jugando en mi sexo. Me hizo
acabar, pero no terminaba de gozar el primer orgasmo que arrancaba de mi, que
ya sentía como venía el segundo …
¡Por favor que no pare! … Ya no aguantaba… Si, si, si por
favor, solo sonreíamos. Hace rato sentía lo duro de su miembro y ¡Cómo me moría por tenerlo dentro de mí!
Pues ese momento llegó, se acercó a mi boca y empezó a besarme mientras su pene comenzaba a penetrarme. Qué rico que lo sentía cada vez que se movía,
nunca dejó de mirarme y nunca deje de sentir nervios por el hombre que tenía
dentro de mí, lo abracé, lo besé. Aruñé
muy despacio su espalda, mientras sentía como mis manos tenían vida propia y se
conducían solas por todo su cuerpo, mientras él tocaba mis nalgas y las
apretaba.
Yo no sabía hasta ese momento lo delicioso que era hacer el amor por
primera vez con un hombre al que realmente le importaba yo.
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